Como complemento a la jornada sobre "Empresas Culturales, Sectores Creativos y Generación de Empleo" organizada por el Gobierno Vasco el pasado 14 de junio en Vitoria, se nos pidió a los intervinientes que elaboraramos un breve informe de valoración. Copio a continuación mi informe para fines de archivo y debate (al que os animo a participar vía comentarios a este post o a la nota correspondiente en Facebook).

Más información sobre el programa:
Presentación y programa completo
Textos y ponencias de los intervinientes

Más información relacionada con economía de la cultura (desde el punto de vista de abajo y a la izquierda):
Cultivo de microbios Zemos98 Sevilla 2010
Para quienes disfrutamos trabajando Madrid 2010
REU08 Andalucia 2010


REU08 para Zemos98 2010.

Mi informe:

Pensamiento industrial
Parece que el pasado nos impide evolucionar. Seguimos pensando la economía (y por tanto la economía de la cultura) en términos industriales, seguramente debido a viejas inercias de país que se ha hecho rico con la industrialización. Si queremos seguir siendo competitivos en el nuevo escenario, hay que asumir riesgos y actualizarse. El caso de Extremadura es totalmente contrario y paradigmático: una región que, como no tiene “nada que perder”, arriesga mucho más y se lanza a políticas de verdad innovadoras.

Cultura vs. Industrias culturales
En general, la idea de cultura que se ha manejado en las ponencias es economicista e industrial. Hay sectores culturales industrializables (cine, videojuegos, grandes espectáculos, medios de comunicación, etc) pero todos no lo son. Necesitamos entender lo cultural de un modo:
> Cualitativo: valor intangible de los procesos creativos, capital relacional, estilos de vida.
> Informales: valor generado por la economía informal, caracterísitica del sector de la cultura.
> Sistémicos: aunque cada subsector tenga sus especificidades, hay que pensar lo cultural como un todo, un organismo o un sistema de flujos que, cada vez más, desbordan el propio sector cultural.
> Micro: sabemos que casi todas las iniciativas culturales son nano o micro-empresas (o no son empresas en absoluto); dejemos de ignorarlo.

Cultura vs. Economía creativa
Durante toda la jornada se hizo patente una confusión entre, por un lado, el sector de la cultura (en sentido tradicional: artes, letras, espectáculos, etc) y por otro, la “nueva economía creativa” (innovación, creación de riqueza intangible, etc). Es una confusión muy contemporánea y nadie ha encontrado aún la receta para salir del embrollo, pero seamos conscientes de ella. La cultura, entendida como laboratorio social o de ideas, sirve para generar procesos de innovación pero no debe transformarse en un recurso de usar y tirar al servicio de la industria. Mucho cuidado con esto.

Cultura vs. Emprendizaje cultural
El emprendizaje cultural es un engaño para subsanar la reducción de financiación pública y la externalización de servicios (cambiando la lógica de la subvención por la del contrato). La realidad económica del sector cultural hace muy difícil la creación de empresas.

Metodologías obsoletas
Es preocupante que en varias intervenciones se haya repetido el mismo argumento, a saber: “Aunque sabemos que ya no son válidas, seguimos utilizando las mismas herramientas de análisis porque son las que conocemos”. Hace falta un trabajo serio de búsqueda de indicadores (como los que apuntaba Montserrat) porque con malos indicadores hacemos falsos análisis y con falsos análisis hacemos políticas equivocadas.

Evento público vs. Encuentro de profesionales
Igual en la jornada se quiso matar muchos pájaros de un tiro, juntando objetivos incompatibles. Por un lado, obtener cierta visibilidad mediática; por otro reunir a un grupo de “expertos” o profesionales del sector para reflexionar sobre políticas culturales. Al final se quedan las dos a medias.

Mi propuesta es que desde el departamento de Cultura de Gobierno Vasco se empiece a trabajar en el diseño de políticas colaborativas entre las instituciones y el sector cultural. ¿Ya se está haciendo? Pues hay que seguir en esa dirección y profundizar. No es un problema de presupuestos sino de voluntad política.

2 comentarios:

    On 8/20/2010 6:30 a. m. Anónimo dijo...

    María, en mi caso escribí dos artículos, uno previo y otro posterior a la jornada, que por orden fueron:

    http://blog.consultorartesano.com/2010/06/empresas-culturales-sin-cultura-empresarial.html

    http://blog.consultorartesano.com/2010/06/%C2%BFempleo-de-calidad-en-cultura.html

     
    On 8/20/2010 1:21 p. m. Ricardo_AMASTE dijo...

    Desde la EOI han encargado un informe sobre “Industrias de la creatividad” que tiene que ver con todo esto. Te copio el link y un comentario que yo he dejado en su web:

    http://www.eoi.es/blogs/20creativa/estudio-industrias-de-la-creatividad-2020-eoi/

    CONTRA LAS INDUSTRIAS DE LA CREATIVIDAD

    Es curioso. De entre todos los informes encargados por la EOI sobre lo sectores emergentes de la “nueva economía”, todas las denominaciones del marco de estudio han estado compuestas por el binomio economía + verde, digital, abierta y social, salvo en un caso, denominado “Industrias de la creatividad”. Así, el informe delimita desde el título, reduce lo económico a lo industrial, siguiendo una tendencia que, de un tiempo a esta parte, parece imparable a nivel internacional y sobre la que cuando menos, sería interesante-necesario pararse a pensar.

    Muchos de los agentes que trabajamos con la creatividad y en gran medida desde lo cultural (una mezcla no siempre feliz, vista su perniciosa deriva), nos resistimos a esta etiqueta de “industria” y a las líneas de pensamiento y actuación que de ella se derivan. Cada vez más, se impone una visión instrumental y monetarista del sector (la generación de PIB, empleo, regeneración urbana, atracción turística, etc. se convierten en funciones y objetivos fundamentales), planteándose además posibilidades eminentemente industrializadoras como casi única vía para generar “valor” (¿qué valor-es?).

    La industrialización persigue una supuesta mayor eficiencia en cuanto a procesos y resultados y la maximización del beneficio. Necesita de productos y servicios estandarizables para ser ofrecidos de modo masivo. Así, lo que resulta rentable es lo mayoritario, lo espectacular, el entretenimiento, lo intelectualmente accesible, lo fácil de domesticar y empaquetar, lo licenciable y franquiciable... frente a propuestas deficitarias para las cuentas de resultados, que tengan que ver con lo especulativo, lo experimental, lo minoritario, la transformación social… (si, ya se: bla bla bla). Por todo esto, cuando, en una nueva pirueta, se incluye el deporte dentro del difuminado ámbito del sector de la creatividad, se incluye al Real Madrid (desde luego, un ejemplo significativo), en vez de o complementado con otras propuestas no vinculadas al deporte profesional de masas, sino al deporte amateur como ámbito de vida saludable-educativo.

    Así, la creatividad, la cultura, dejan de ser prioritariamente ámbitos para la experimentación, para la transgresión, para la generación de lo simbólico y nuevas subjetividades, para pasar a ser un nuevo ámbito de negocio. Ya no se trata de empoderar y potenciar la autonomía de las personas, sino de segmentar audiencias y abrir nuevos nichos de mercado. Un mercado masivo donde lo artesanal, lo amateur dejan de tener sentido, si no es como margen necesario o entrando a formar parte de la recurrente larga cola.

    Probablemente, cuando se habla de “industria”, ni siquiera se trata de una visión sesgada de empresarialización o profesionalización. No es un equívoco (por eso no se subsana), sino una apuesta por imponer el sistema-modelo industrial en un ámbito donde piensan que no está obsoleto, sino que tiene mucho camino por recorrer, por rentar. Una visión cortoplacista, basada en atacar una nueva parte de la tarta del desprotegido procomún, esquilmando los sectores de los intangibles del mismo modo que se hizo (y se sigue haciendo) con los recursos materiales-naturales. Como siempre, que todo cambie, para que todo siga igual… Eso debe ser la “nueva economía”.

    También como siempre, quienes nos equivocamos somos nosotr*s, desde nuestra ingenua crítica buenista. Pero entonces ¿qué hacemos? ¿Renunciamos a ese empeño por que las cosas sean ciertamente distintas y huimos hacia un nuevo margen? ¿nos mantenemos en la lucha dialéctica? ¿nos autoconvencemos de la ilusión del cambio desde dentro? ¿recuperamos una actitud insumisa y de acción directa? ¿nos atrevemos a salir del círculo vicioso? No lo se, pero ante el asedio al que estamos siendo sometid*s… Algo habrá que hacer.