Una vez más cedo este espacio a @Ricardo_AMASTE porque me la da la real gana y porque es mi amigo para que publique sus comentarios acerca de la jornada de ayer, organizada por el departamento de cultura del gobierno vasco en Vitoria con el tema "Empresas Culturales, Sectores Creativos y Generación de Empleo". Añado algunos links a su texto para completar la información. Las presentaciones de los ponentes que no aparecen citadas en este texto las podeis encontrar en este link.

Como banda sonora, un par de referencias que repite a menudo Ricardo y a las que me sumo, firmadas por una banda de rock radical vasco de la margen izquierda conocida como Eskorbuto: "Somos ratas de Bizkaia" (y vivimos de las sobras de la industria cultural) y "Cuidado, cuidado, os avisamos: somos los mismos que cuando empezamos" (y mordemos la mano que nos da de comer).



ECONOMÍA DE LA CULTURA VS INDUSTRIAS CREATIVAS
EMPRENDEDOR VS EMPRESARIO
COOPERAR VS COMPETIR
AGENCIAMIENTO VS CRECIMIENTO-CONCENTRACIÓN
AMURRIO VS FLORIDA

Apuntes sobre la jornada Cultura&Empleo organizada por el Dpto. de Cultura del Gobierno Vasco el 14 de junio de 2010
Ricardo_AMASTÉ


Se que me repito, pero mi única baza es la perseverancia. Así que leña al mono. Aquí voy con unas impresiones de memoria. Sin más, un pequeño resumen de lo que me ha dado de si el día. Como siempre, con espíritu constructivo y sin querer ser univoco (o tal vez si… algún día me lo haré mirar).

En primer lugar agradecer el esfuerzo y la intención del Dpto. de Cultura del Gobierno Vasco y la implicación del lehendakari y lamentar las ausencias de Industria y Empleo (Patxi, si de verdad te crees el tema este y creo-espero que si, coge a l*s responsables de esas áreas y dales un buen tirón de orejas –como poco-).

En segundo lugar recordar que la cultura, más allá de cómo sector económico estratégico y yacimiento de empleo, es aquello que nos ayuda a transformarnos, a interrogarnos sobre nosotr*s mism*s a nivel individual y como sociedad (vamos, todo eso tan bonito de la declaración de la UNESCO). Pensemos en el PARA QUÉ. No nos olvidemos que la cultura, además de un instrumento para muchas cosas, sobre todo debe poder ser cultura, manteniendo su especificidad, su carácter experimental, de laboratorio… Porque a veces, parece que los árboles no nos dejan ver el bosque…

Y a partir de aquí una batería de cuestiones sobre lo que se ha hablado hoy:

Necesitamos nuevos modelos organizacionales -aunque esta no es una cuestión específica de la cultura-. Y los nuevos modelos que necesitamos, antes que competitivos (no queremos competir, deseamos COOPERAR) a nivel global (que manía con la internacionalización como posibilidad homogénea, casi coercitiva), deben ser sostenibles y basados más en lo reproductivo que en lo productivo.

Tampoco es específico a la cultura la creatividad. No conozco ningún ámbito social, económico, político, que actualmente no necesite de la creatividad para transformarse (y la necesidad de transformación es urgente, imprescindible). Por eso el concepto “industrias creativas” es de Perogrullo, porque si no lo son, van a desaparecer.

Por otra parte, no todas las personas que nos dedicamos a la cultura queremos ser industria, ni empresa (aunque obviamente seamos emprendedoras –tenemos iniciativa-). Como se decía por la tarde, tenemos un trastorno bipolar entre pertenecer a la patronal y pensar que pertenecemos al sindicato, cuando en realidad ya no nos valen ninguno de los dos modelos de relacionarse en torno al trabajo. Y eso no significa que no seamos conscientes, que como agentes culturales, formamos parte y somos agentes activos en una contexto económico (PIB, empleo, etc, etc). Pero el industrial es sólo uno de los sectores (secundario), con gran tradición en Euskadi, pero que no puede ser totalitario, impositivo (entre otras cosas es aconsejable diversificar, porque no está tan claro que a medio plazo vayamos a resultar competitivos en lo industrial, cuando menos en lo referido a la producción)… Lo industrial, al igual que lo empresarial condiciona miradas, comportamientos, roles, genera muchas inercias arcaizantes… Otro problema (o el mismo) es que no nos creemos demasiado lo del tercer sector y de lo del cuarto ya ni hablamos.

Much*s de nosotr*s tampoco queremos crecer y si crecemos, no queremos hacerlo empleando, como empleador*s tradicionales. No queremos crecer individualmente, ni por concentración, sino multiplicarnos exponencialmente mediante agenciamientos y redes. Y necesitamos que se nos ayude a investigar desde la teoría y la práctica en estas posibilidades de relación, para como decía al principio, definir nuevos modelos organizativos… Me parece significativo que siempre se recurra a nuestro pequeño tamaño como un problema en vez de cómo una característica-peculiaridad que pueda transformarse en fortaleza y oportunidad. Porque ¿tant*s que elegimos ser pequeñ*s estamos necesariamente equivocad*s?... A ver quien se está equivocando aquí.

Para ponerlo más difícil, algun*s tampoco creemos en la escasez del talento como estrategia en el mercado, ni en la búsqueda de rentabilidad a partir de la propiedad intelectual, porque entendemos la cultura como flujo de conocimiento compartido. Y aunque much*s de nosotr*s creemos en ello a nivel político, lo “interesante”, es que por muchas puertas que se quiera poner al campo, con un poco de “suerte” ese es el modelo que terminará imperando en el libre mercado. Por eso, estaría bien hacer una reflexión y una apuesta desde lo público, para no vernos arrastrados sin más por las circunstancias (en la indefinición arbitraria tienen todas las de ganar las aves de rapiña neoliberales que planean sobre nuestras cabezas)… El procomún está ahí y no es (sólo) una idea de gente loca y romántica.

Aterrizando sobre intervenciones concretas, mi apuesta tridente:
1. Atender al informe del que ha hablado Montse que sonaba muy creíble (tengo taaaantos prejuicios con los informes, que me encanta encontrar ejemplos para pensar lo contrario). Y relativizar las formulas mágicas descontextualizadas tipo Richard Florida (su atraer talento VS empoderar agentes locales).
2. Atender a Guillermo del Gabinete de Iniciativa Joven y sus inocentes-ingenuas propuestas… (cuando se habla de economía, de cosas serias, apelativos como inocente, ingenuo, romántico, toman un cierto cariz despectivo… y así nos va –aunque quizá esta sólo sea una perspectiva mía excesivamente suspicaz).
3. Atender a Ptqk (no sólo porque me acoja en su blog) y su hablar desde lo personal, porque lo personal es político y las políticas culturales son política. Y lo de la autoprecarización y la insostenibilidad del modelo personal-profesional, CUIDADO! [Ricardo se refiere a este texto y a este otro]

Quizá como contrapunto, me ha faltado una visión empresarial-industrial potente, innovadora, que realmente me sirviese para poner en cuestión-relativizar mis “certezas” (si, ya se que soy un pretenciosillo). Una visión no desde la tecnocracia, desde la gestión, la consultoría… Y es que quizá, los ejemplos reales de esas supuestamente deseables grandes industrias culturales-creativas, si es que existen y no son un mero espejismo, pueden contarse con los dedos de una mano, no dan de si para justificar un modelo de actuación creíble y/o no resultan algo que ir enseñando por ahí más allá de la mera cultura de consumo-espectáculo (si resulta que de lo que estamos hablando es de Rock in Río, yo prefiero bajarme en marcha que estoy muy ocupado… y no me vale lo de tender puentes y buscar puntos intermedios).

Luego, casi para terminar, una cosa que ME MOLESTA PROFUNDAMENTE. Que se nos acuse a los agentes culturales de nuestra dependencia de lo público, de que sólo aspiramos a la subvención, que no arriesgamos, que somos poco productivos… Me gustaría saber de qué han vivido y viven aquí muchos sectores “estratégicos”, cómo de sostenibles y productivos son los Centros Tecnológicos (por poner un ejemplo), cual es el índice de aplicabilidad en el mercado y rentabilidad directa de la inversión en I+D+i, soportada en un alto % directa y/o indirectamente por lo público. Me conformaría con que se me apliquen los mismos baremos en base a las mismas condiciones (de lo contrario son comparaciones poco justas y tendenciosas). Demandamos políticas segmentadas (lo que no significa segmentadas por subsectores) y acciones específicas que nos ayuden a mejorar en lo que queremos ser y no nos fuercen a ser lo que otros esperan que seamos. Desde la co-responsabilidad y con riesgos compartidos, de acuerdo pero cuidado no vayáis a estar pidiéndonos algo que luego no vayáis a poder ofrecernos (porque nosotros llevamos años arriesgando y pidiendo implicación más allá de la mera subvención). No me acuerdo como es la moraleja esa del cerdo y la gallina y los huevos y el bacon para el desayuno.

Y ahora ya si, el final. Es necesario cambiar los formatos de estos eventos. Hay que atreverse a romper las normas; hay que jugar más; hay que propiciar la interacción, el intercambio y la mezcla; hay que abandonar los hoteles y sus dispositivos rancios… Si me vais a poner la excusa de que esta era una primera vez y tal, pues bueno. Para la segunda ya no me vale. Porque hablamos mucho de creatividad, pero lo que hace falta es que se note, que se haga presente… PASEMOS A LA ACCIÓN!!!

La ley de la conservación de la violencia



Lo he estado evitando desde que llegué a Berlin pero al final ha ocurrido sin que me diera cuenta. Se juntaron dos factores: uno, que estoy buscando información sobre el programa T4 de eliminación de los “enfermos mentales” durante el gobierno de los nazis; dos, que un amigo cercano no paraba de hablarme de ese documental que tenía que ver sin falta. Y pasó: ví “Shoa”. Empecé con las primeras 2 horas que están colgadas en google video, me obsesioné y ya no pude dejarlo. Si no contara esto aquí, mi blog sería un poco menos mío, un poco más falso.

“Shoa” es un documental de 9 horas de duración sobre el holocausto, dirigido por Claude Lanzmann. Se rodó durante aproximadamente 11 años y vió la luz en 1985. No contiene ni material de archivo ni banda sonora. Las imagenes están compuestas exclusivamente de entrevistas a supervivientes, testigos y ex-funcionarios nazis así como filmaciones contemporáneas de lo que queda de los campos de exterminio de Treblinka, Chelmno y Auschwitz-Birkenau y del ghetto de Varsovia. No hay explicaciones históricas ni políticas, ni melodrama ni sentimentalismo, sólo descripciones secas y en detalle de cómo estaba organizada la muerte a escala industrial. Los trenes llegaban aquí, los poníamos en fila aquí, se devestían aquí, les cortabamos el pelo aquí, entraban en las cámaras de gas por aquí, sacábamos los cuerpos así, los metíamos en los hornos asá; y esto con varios miles de personas al día. Es tan lento como hace falta para que los datos dejen de ser datos y tomen la dimensión que les corresponde y para que la interpretación (y de algún modo el montaje final) se forme poco a poco dentro de tu cabeza.

Lanzmann insiste en que “Shoa” trata sobre la especificidad de “la cuestión judía”, no comparable a ninguna otra. Sin embargo es casi imposible verla sin que se te vaya la mente en otras direcciones y no ponerte a pensar, por ejemplo, en cómo funciona la indiferencia, un sentimiento muy común y muy traidor, que se desarrolla con una facilidad que espanta. O la desmemoria, esa que nos hace olvidar que, aunque el holocausto se lo inventaron los nazis, el antisemitismo no (y me paso los ejemplos que recorren siglos de historia europea) o que, como decían en el twitter, al condenar a Israel no nos acordamos de que las armas con las que atacan Palestina se las vendemos también nosotros. O al hilo de esto, acordarte de que dentro de poco llega el verano y otra vez habrá cientos de muertos en las costas del sur de Europa y que otros tantos, los más afortunados, acabarán en un centro de internamiento para inmigrantes en condiciones de vida penosas, humillados, hacinados e invisibles. La indiferencia, de nuevo, y la desmemoria.



Mientras veía “Shoa” me atravesaron por casualidad dos lecturas: “Todo fluye” de Vasili Grossman, sobre los crimenes del estalinismo; y “Notas al pie de Gaza”, un comic-documental de Joe Sacco sobre dos brutales masacres de refugiados palestinos perpetradas por el ejército israelí en 1956. A veces, las tres obras se me aparecen como un triangulo fatal, se preguntan, se contestan, se comprenden, se malinterpretan entre ellas. Pero la mayoría de las veces son como un bloque compacto en el que ya no soy capaz de distinguir las escenas y los testimonios: la crueldad inconcebible, la gente que se mea encima, que se agacha a recoger a un familiar herido y le pegan un tiro en la nuca; el olor de los cadáveres cuando hace calor y lo bien que se conservan cuando hace frío; el instinto de supervivencia que roza el delirio y el sentimiento de culpa de los que no murieron; la incapacidad de contarlo, la necesidad de olvidar y de nuevo la desmemoria y la indiferencia que hacen su camino. Los dibujos de Sacco podrían ilustrar las entrevistas de Lanzmann y estas confundirse con las experiencias de los deportados a Siberia y estas a su vez con las de los palestinos asesinados en la puerta de su casa. Las narraciones de sufrimiento son intercambiables y se repiten en una espiral demoniaca. Y dice Vasili Grossman, en voz de un preso político liberado tras la muerte de Stalin:
“Existe una ley sencilla: la ley de la conservación de la violencia. Sencilla como la ley de la conservación de la energía. La violencia es eterna; por mucho que se haga para destruirla no desaparece, no disminuye, sólo se transforma. Ahora toma la forma de esclavitud, ahora de invasión mongola. Salta de un continente a otro, se transforma en lucha de clases y de lucha de clases en lucha de razas, ahora de la esfera material se traslada a la religiosidad medieval, ahora la emprende contra la gente de color, ahora con los escritores y los artistas; pero en general sobre la tierra siempre hay la misma cantidad de violencia”.
En la imágen superior: "Topography of Terror. Gestapo, SS and Reich Security Main Office", catálogo de la exposición permanente sobre el holocausto en Berlin; “Notas al pie de Gaza” de Joe Sacco (Reservoir Books, Mondadori); “Todo fluye” de Vasili Grossman (Random House Mondadori); "Fuck America" de Edgar Hilsenrath (la de la foto es la edición francesa de Attila, la edición en español es de Errata Naturae).