3516 code Minitel

No soy yo, pero casi. Así consultaron los resultados de su Baccalauréat (la selectividad francesa) todos los chicos y chicas de mi generación.

El pasado 30 de junio hacia la medianoche, mientras tú y yo hacíamos otra cosa, alguien en France Télécom pulsó un botón y apagó para siempre el Minitel. Era tonto y feo pero lo vamos a echar de menos. 

El Minitel es un caso de excepcionalidad tecnológica. Como se puede ver en la foto, era una mezcla entre el teletexto y un cajero automático conectado a la línea telefónica. Se inventó en Francia a finales de los setenta como resultado de un proyecto de investigación estatal y se empezó a instalar en hogares y oficinas a partir de 1982. Ningún país quiso saber nada de él, sólo lo usaban los franceses pero lo usaban todos los franceses. En 2000, cuando ya empezaba a decrecer por la irrupción de la red de redes -ese invento americano-, todavía se servían del Minitel 25 millones de personas, es decir la mitad del país. 

 Su éxito se explica por varias razones. 

La primera y más poderosa es evidente: puro chauvinismo. Aunque dé risa, a principios de la pasada década mucha gente aún pensaba que el Minitel podría convertir a Francia en una potencia tecnológica. Doy fé de ello, estuve allí. En el año 2000, yo tenía en París un trabajo moderno en una oficina moderna con gente super moderna, pero las reservas de viajes, los papeleos de Hacienda... todo, absolutamente todo (repito, en el año 2000, probablamente tú ya tenías un correo electrónico) lo hacíamos con Minitel, tecleando interminablemente el 3615 code no-sé-qué. No era por dejadez, ni por ignorancia, ni por resistencia al cambio. Lo que estaba en juego era una batalla a muerte contra la telemática norteamericana. Una batalla suicida, pero que había que pelear. Me costó meses de lobbying convencer a mi jefa de que aquello era absurdo, que había que capitular.

La segunda razón es la propia torpeza de la burocracia francesa. La principal función de Minitel, tal y como fue concebido por sus creadores, era la de convertirse en una ventanilla de la administración: un lugar para solicitar certificados, tramitar inscripciones, consultar los resultados de exámenes y oposiciones públicas o adquirir billetes de tren de la red estatal de transportes (3615 code SNCF, qué recuerdos). Pues bien. La administración pública en Francia es tan monstruosamente paquidérmica que hasta un teletexto programado en los ochenta tiene más agilidad. Entre hacer cola de pie durante toda la mañana o teclear letras, números y flechas en un terminal color beige durante toda la mañana, la persona razonable elige no hacer cola. Entre poner su vida en manos de un empleado público o teclear letras, números y flechas en un terminal color beige, la persona razonable elige no poner su vida en las manos de un empleado público. La disyuntiva entre hacer los papeleos en Minitel o por Internet hasta hace poco tampoco se planteaba porque ¿para qué actualizar los servicios públicos en Internet si ya tenemos el Minitel?
  

La tercera es la única buena razón de la supervivencia de semejante anomalía: el Minitel ha sido sobre todo el Minitel rose, la primera plataforma masiva de cibersexo de la historia. A finales de los noventa, cuando todavía muy poca gente en el mundo tenía internet en su casa, media Francia ya se ponía los cuernos a través de las redes. En eso sí que Francia siempre ha estado a la cabeza. Con Minitel se podía, de manera totalmente anónima y con el coste de una llamada telefónica, contratar y ofrecer servicios sexuales, buscar pareja, acceder a chats eróticos con profesionales o con chicos y chicas de la región, contactar con redes de intercambio, BDSM u otro tipo de prácticas sexuales no convencionales, etc. Exactamente igual que el pr0n con Internet (que, según dicen, sólo ha sido destronado recientemente, por las redes sociales), el sustrato de Minitel ha sido siempre el sexo. Y decir sexo, en Francia, es decir mucho sexo. Es el segundo tema de conversación favorito, después de la comida y antes que la política (y no es un cliché). 

Estos días, todo son lágrimas y homenajes. El periodista y reputado bloguero Jean-Marc Manach comparte su testimonio de animadora de chat de Minitel rose, donde ofició bajo el pseudónimo de "Jacqueline69" para sacarse unos francos durante sus años mozos, y Le Monde publica una serie de reportajes bajo el (tronchante) título de "Minitel. Le France-Wide-Web". Dicen que a punto estuvieron de venderselo nada más y nada menos que a Japón (¡chúpate esa, Obama!), pero que no funcionó "por la dificultad de reproducir los caracteres".


5 comentarios:

    Qué entrada tan entrañablemente vintage y amablemente nostálgica... Mola!

    Leyéndola, me vinieron a la cabeza Tª King Kong, de Virginie Despentes, y su tributo al minitel y a la independencia que, en parte, dio a la prostitución en Francia, y a esta canción de Astrud: Vamos al amor... http://www.youtube.com/watch?v=PbTYxOTZZCU

     

    Qué nostalgia... Yo no viví en Francia, pero estudié rodeada de franceses y puedo asegurar que el minitel tenía su aura. Me gusta mucho eso de que todo estuviera lleno de sexo, porque es un reflejo de la vida pura y dura (nunca mejor dicho). Mucha tecnología pero al final siempre acabamos en lo mismo.

     

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    Me reí mucho con la nota por que tiene mucho de verdad, hoy en día viven muchos del chat, internet y busquedas de parejas, pero no solo porque la gente busque sexo, sinó que hay tanta gente que busca sexo sin compromiso que el que quiere buscar pareja enserio se le dificulta, más en una realidad donde pocos quieren asumir responsabilidades.

    Hay sitios en internet para buscar pareja para gente que realmente le es dificil, por ejemplo policías, o bomberos, por que viven sin horarios.Después ví también un
    chat de la colectividad judia por que también los judios se casan entre sí, al igual que los chinos que por lo general se casan entre ellos también.

    Es muy loco, pero internet tiene esas cosas que contacta, y contacta muchisimo en forma masiva.
    Saludos